¿Por qué fracasan los métodos habituales?
Las técnicas que dan buenos resultados con otros niños no funcionan con los niños afectos de TDAH. Para que un programa comportamental funcione, el niño tiene que ser capaz de escuchar, planificar con antelación, recordar, reflexionar antes de actuar y tiene que estar motivado por las recompensas. Éstos son precisamente los puntos débiles de un niño con TDAH, y ello ayuda a entender por qué cuesta tanto impartir disciplina a estos niños. El niño con TDAH oye la mitad de las instrucciones y se olvida de la otra mitad. No sabe ver la secuencia de acontecimientos que le hace meterse en problemas: que A lleva a B, que a su vez lleva a C… y en E ya ha hecho un desastre.
Si a esta falta de control de los impulsos le añadimos una escasa motivación por los refuerzos y recompensas, las posibilidades de disciplinar a un niño con TDAH se reducen todavía más. Todos estos rasgos: No planificar las cosas con antelación, actuar sin reflexionar y responder poco ante las recompensas, dificulta considerablemente la tarea de educar a un niño con TDAH.
Los pilares de una buena educación
Los mejores resultados con un niño TDAH se consiguen comunicándose de forma clara con el niño, dándole instrucciones sencillas, estableciendo un reducido número de normas básicas y recompensándolo regular y repetidamente. Pero… veamos algunos consejos prácticos.
Rutina, estructura, consistencia
Los seres humanos nos sentimos mucho mejor cuando nuestra vida resulta predecible y sabemos a qué atenernos. Pues bien, esta necesidad de estructura es mucho mayor en un niño con TDAH, que debe tener un programa diario fijo que le permita organizar sus actividades. Se levanta siempre a la misma hora, coloca el pijama debajo de la almohada, hace la cama, se viste, desayuna, se lava los dientes, le pone comida al pez (o la mascota que tenga) y se va al colegio. Si este equilibrio es alterado por algún imprevisto (acostarse tarde, un profesor sustituto, visitas a la hora de clase o una excursión con el colegio) el niño perderá el norte. Por esto, si quiere paz mantenga la rutina.
Captar su atención
Fíjese que tanto si está intentando amaestrar a un elefante en el circo, como educar a un niño de tres años o a un niño TDAH, no conseguirá mucho a menos que logre captar su atención. Esto es básico.
Para ello háblele con claridad, de forma directa y llámele por su nombre. Mírele a los ojos y manifieste entusiasmo. Cuando se trate de un niño pequeño que no sabe estarse quieto, cójalo de las manos, póngase delante suyo y a su mismo nivel y oriente el rostro del niño hacia el suyo. Con niños mayores, acérquese a ellos frontalmente y tóqueles puntualmente para atraer su atención, ya que a esta edad ser cogido o retenido con fuerza puede vivirse como una invasión del espacio personal.
En cuanto haya conseguido establecer contacto visual, dele instrucciones claras, simples y paso a paso. Si el niño no se rebela, hágale alguna pregunta para asegurarse de que ha entendido el mensaje.
Los secretos para comunicarse con un niño TDAH son:
- Contacto visual
- Palabras sencillas
- Entusiasmo
- Instrucciones paso a paso
Ignorar lo que no es importante
Si usted no quiere acabar hospitalizado en psiquiatría, deberá aprender a ignorar lo que “carece de importancia”. Si su hijo dice una palabrota, sorbe la sopa o tira algo al suelo, ¿es realmente importante? Fíjese, por ejemplo, que en un país donde hay conflictos bélicos las prioridades de la sociedad (lo que es importante y lo que no) son cosas muy diferentes de las que se hablan en nuestros parlamentos. Para un país en guerra no tiene mucha importancia si se puede fumar o no en los lugares públicos, o una ley de reforma educativa. Para un país en guerra todo esto carece de importancia porque las personas mueren diariamente.
Esto es más o menos lo mismo, usted tiene un campo de batalla en casa, así es que deberá aprender a implicarse sólo en las batallas que realmente merezcan la pena. Las nimiedades tendremos que dejarlas para otros niños o, en el mejor de los casos, para otro momento.
Saber qué es lo que desencadena el mal comportamiento
Hay algunos acontecimientos realmente devastadores que representan dinamita pura para la disciplina: Las fiestas de cumpleaños, acostarse más tarde de lo normal, las visitas, viajes largos en coche, pasar unos días en casa de un familiar… o cualquier otro cambio que altere la rutina diaria. No siempre es posible evitar este tipo de acontecimientos (y en mi opinión no deberían ser evitados en la medida de lo posible), pero anticipar lo que puede ocurrir ayuda a afrontarlos mejor.
Los intermedios
La mayoría de niños con TDAH saben adaptarse a la estructura de la clase y a la actividad de la hora del recreo, pero no saben cómo pasar de una situación a otra. En el recreo se desbocan como animales salvajes que acaban de ser puestos en libertad y, si surgen problemas, éstos suelen ocurrir durante los primeros cinco minutos. Cuando vuelven a la estructura de la clase, están de cualquier forma menos calmados, concentrados y “en su sitio”. Los padres y profesores deberían ser conscientes de esta dificultad y estar más pendientes durante los intermedios (el paso de una actividad a otra).
Algunos ejercicios de relajación y distensión muscular pueden venir muy bien para ayudar al niño a cambiar de situación.
La medicación ayuda a focalizar la atención
Es un hecho demostrado que sin medicación, la impulsividad, la incapacidad para escuchar y la falta de organización propia del TDAH saboteará hasta el mejor de los programas de modificación de conducta. La medicación permite que el niño se haga cargo de sus propias acciones, planifique sus respuestas y sea razonable.
Usted tiene derecho a vivir la ingesta de estimulantes como algo negativo para su hijo. La realidad es que el uso de estas sustancias en ciertos ámbitos las han estigmatizado mucho de cara a usarlas como medicación. Pero no debe perder de vista que ya hay numerosos estudios científicos cuyas conclusiones han demostrado que los estimulantes no tienen grandes efectos secundarios en la mayoría de niños. Básicamente, a corto plazo provocan pérdida de apetito y sueño. A largo plazo pueden provocar una reducción del crecimiento del niño, que se verá compensada en los períodos en los que el chico no reciba la medicación (por ejemplo, en las vacaciones de verano, donde se suele dejar que el niño descanse de la medicación, aunque cada vez se alzan más voces que informan de que este descanso no es estrictamente necesario). Por supuesto, puede haber otros efectos secundarios, pero éstos son de escasa aparición.
En cualquier caso, hay alternativas a la medicación estimulante, pero el Metilfenidato es la medicación de elección porque es la que ha demostrado ser más efectiva en el TDAH y la que provoca menos efectos secundarios.
¿Demasiado duro? ¿Demasiado blando?
Por un lado, hay padres muy estrictos que no hacen ningún tipo de concesión, cuyos hijos son rebeldes y están resentidos. Por otro lado, están los padres permisivos y pacíficos, que siempre apoyan a sus hijos. No se sabe cuál es la mejor fórmula, pero está claro que tienen que fijarse algunas normas y éstas se tienen que aplicar con firmeza. Plantéese que quizás la respuesta sea un “90% de afecto y un 10% de dureza”.
O tal vez no, pero la experiencia diaria nos dice claramente que con imposiciones constantes y el uso de palabras duras y la falta de flexibilidad para/con sus hijos no funciona. Hay que tener normas, por supuesto, pero también hay que saber ceder, no hacer caso a lo que realmente no es importante, ser flexibles y, sobre todo, no esperar que el niño sea un constante desastre ni un constante angelito. El niño es como es y en ocasiones habrán de ser duros con él para luego mostrarles todo su afecto. No queremos militares en casa, queremos niños que están en edad de ser educados y el afecto es el ingrediente fundamental para la buena sustentación de la personalidad durante la infancia y la adolescencia. No dejen de echarlo en grandes dosis en su marmita educativa.
Los niños necesitan normas claras
Se deben establecer un número reducido de normas. Estas normas deben ser enunciadas con antelación y establecerse en momentos de calma, a ser posible con la colaboración de todo el núcleo familiar. Haga a su hijo partícipe del establecimiento de normas y conseguirá un punto de fidelidad hacia ellas.
No olvide que estas normas han de ser simples, escasas y fáciles de entender:
- No se puede picar nada antes de la cena.
- Puedes saltar sobre una cama elástica, no sobre tu cama.
- No está permitido molestar a tu hermana cuando está haciendo los deberes.
Estas y otras normas han de reforzarse cuando se violen. En este caso deberá enunciarlas de nuevo con claridad y actuar en consecuencia. Antes hemos dicho que no queremos militares en casa, pero esto no tiene nada que ver con ser un árbitro. Las protestas y los lloriqueos no deberían modificar la decisión del árbitro, por lo que se establece la norma, se le recuerda al niño y, si es violada, se actúa en consecuencia.
Evitar las discusiones
Intentar argumentar o debatir algo con un niño afecto de TDAH es perder el tiempo –serán todo palabras y nada de lógica-. Por lo tanto, no discuta: Nunca ganará esta batalla. Enúnciele la norma y manténgase en sus trece:
- ¿Puedo coger una galleta?
- No, la cena está casi lista.
- Pero… la abuela me deja coger una.
- ¡Ya sabes cuál es la norma!
- No saltes en la cama.
- Sólo me estoy moviendo un poco.
- ¡Ya sabes cuál es la norma!
No contraataque
Algunos padres llegan a estar tan saturados que reaccionan de forma desproporcionada ante cualquier nimiedad. Y, aunque el comportamiento de un niño TDAH puede llegar a ser muy irritante, usted deberá evitar echar más leña al fuego. Intente permanecer sereno, utilice un tono de voz natural y repita la norma como si fuera un disco rayado.
- No hay galletas antes de la cena.
- Pero, ¡mamá!, estoy muerto de hambre.
- Ya sabes cuál es la norma.
- ¡Vaya mierda!
- No hay galletas, conoces la norma.
“Uno, dos, tres: ¡Magia!”
Cuando se les lleva la contraria, la mayoría de niños con TDAH se cierran en banda. Intente decirle a su hijo “Hazlo ya” y muy posiblemente le mirará como si usted estuviera loco.
Es por esto que un psicólogo norteamericano (Thomas Phelan) ha desarrollado esta técnica para no entrar en constantes tira y afloja con sus hijos. La técnica consiste en enunciar la norma, contar “uno”, esperar cinco segundos, “dos”, esperar cinco segundos más, “tres”, y actuar.
- No se salta en la cama.
- No estoy saltando.
- “Uno.” (Espere cinco segundos).
- Pero, ¡mamá!…
- “Dos.” (Espere cinco segundos).
- Está bien, ya saltaré en la cama elástica.
Separar las partes enfrentadas: Pausa obligada
La pausa obligada es lo que comúnmente conocemos como Tiempo Fuera, una técnica que permite salvar una situación que se está deteriorando, retirando temporalmente al niño del centro de atención. Puede mandarlo a una esquina, una silla, las escaleras o pedirle que pase cierto tiempo a solas en una habitación. Utilice una expresión sencilla para referirse a estos sitios: “Las escaleras”, “la silla”, “el cuarto”, etc.
Cuando haya pasado el tiempo estipulado (5 minutos suelen ser suficientes) y aunque el niño no de abiertamente muestras de arrepentimiento, se le deberá dejar que vuelva al mundo real. Para que esta técnica funcione, debe aplicarse sin enfados ni discusiones, no debe haber ningún tipo de reacción ante los gritos o las quejas del niño y, cuando se haya completado el tiempo estipulado, la vuelta debe hacerse siempre en una atmósfera completamente limpia, sin importar lo que haya pasado antes.
- No molestes a tu hermana mientras está haciendo los deberes.
- No la estoy molestando.
- Ya sabes cuál es la norma.
- Ella me está molestando a mí.
- Uno (espere cinco segundos).
- Dos (espere cinco segundos)
- Tres (espere cinco segundos)
- Juan, vete a la silla ahora.
Algunos padres no imponen la pausa obligada a sus hijos, sino que se retiran ellos mismos a otra parte de la casa, al jardín o incluso se encierran en su habitación. Puede parecer una locura, pero, si funciona, adelante. Recuerde que algunos niños son desafiantes hasta para eso. Además, el objetivo último es eliminar el estímulo que está excitando o alterando la conducta del niño.
Imaginemos que después de contar tres el niño no quiere irse a la silla, entonces deberá ser usted el que se retire de la situación algunos minutos y cuando vuelva deberá tener una actitud completamente indiferente hasta que el niño no haya sido capaz de pedir disculpas o aceptar lo que estaba haciendo mal. El niño debe darse cuenta que ha desobedecido dos cosas: La norma y el tiempo fuera, por lo que papá y mamá estarán enfadados doblemente hasta que él sea capaz de recapacitar. En este caso, a mi juicio, el fin justifica los medios.
Tenga un plan preparado
En el mundo real los niños de carne y hueso miran a sus padres desafiantes, con impertinencia y muchas veces se niegan a hacer lo que éstos dicen. Bien, en este caso usted debe tener un plan de emergencia. Los padres deben estar seguros, utilizar un tono de voz monótono y dejar que sea el niño quien elija.
- Quiero que te vayas a tu cuarto.
- ¡No!
- Juan, si te vas ahora, cuando vuelvas podrás ver los Simpson. Pero si eliges quedarte, esta noche no habrá televisión.
Dar la posibilidad de elegir deja cierto espacio para maniobrar y reduce el riesgo de que el niño se niegue en redondo de forma refleja. Cualquier técnica será mucho menos eficaz con la hostilidad negativista propia del trastorno negativista-desafiante.
El psicólogo australiano experto en TDAH, Ian Wallace, nos da algunas claves para mejorar el comportamiento del niño negativista-desafiante:
- Evite a toda costa la confrontación directa. Los niños con trastorno negativista-desafiante siempre están buscando una víctima. Evite enfrentamientos cara a cara y utilice un tono natural, mantenga la calma, mire a otro lado y deje pasar el tiempo hasta que disminuya la hostilidad, momento en el que podrá volver al terreno de juego.
- Manténgase al margen en los arranques de rabia. Los niños con trastorno negativista-desafiante son impulsivos y agresivos. Por lo tanto, intente suavizar las cosas, en lugar de agrandarlas. Deles un margen para maniobrar proponiéndoles varias alternativas posibles o limítese a alejarse durante un rato. Déjeles que sientan que tienen voz y voto, por ejemplo: “Bueno, hay dos formas de solucionar esto, decide cuál es la que más conviene”.
- Evite las discusiones. A estos niños les encanta enzarzarse en discusiones con sus padres. Déjeles que se explayen durante unos minutos sin interrumpirles. Escúcheles atentamente, pero establezca unas normas inquebrantables. Tienen derecho a expresarse libremente, pero lo perderán en cuanto empiecen a gritar, insultar o decir palabrotas (esto debería estar incluido en las normas que tengan para casa).
- Evite llevarlos a un callejón sin salida. No acorrale ni deje sin escapatoria posible a un niño con un trastorno negativista-desafiante. No moralice. Limítese a mostrarle otras soluciones que podrían funcionar. Esté siempre preparado para dar un paso atrás.
- Aprovéchese de su distracción. Agárrese a lo positivo; un elogio puede ayudar a que desconecte del problema principal. Alague cualquier mejora, pero no espere cambios radicales.
- Póngase de su lado. Si mejora en algo, apóyele, por ejemplo: “Estoy muy orgulloso de ti, estamos funcionando bien como equipo”. Transmítale que, en cierta medida, tiene el control.
- Recuerde que él también tiene sentimientos. No se deje intimidar. Los niños con trastorno negativista y desafiante también tienen sentimientos. Suelen ser demasiado testarudos para admitir que están equivocados y que necesitan ayuda.
- Ayúdele a confiar en los demás. Los niños con trastorno negativista-desafiante creen que el mundo es tan hostil como ellos. Necesitan comprobar que el mundo los trata bien. Disfrutan estando a solas con alguien y cuando se les da la oportunidad de ser líderes y de tener éxito.
Fomentar el buen comportamiento mediante recompensas
Verán, una ley básica de modificación de conducta nos dice que si se da una conducta asociada a consecuencias positivas, ésta tenderá a repetirse. Así mismo si se da una conducta que no reporte ventaja alguna, ésta desparecerá. Esto significa que si recompensamos la buena conducta, ésta debería aparecer cada vez más frecuentemente y, si ignoramos la mala conducta, ésta debería desaparecer.
Desafortunadamente es tan fácil fomentar la mala como la buena conducta. Un niño que dice “bum”, le reímos la gracia y enseguida esto se convierte en “bum, bum, ¡bum!”. Puesto que los niños con TDAH pierden enseguida el interés por las cosas, el secreto para modificar su comportamiento está en reforzarlos frecuentemente utilizando pequeñas recompensas.
Para fomentar la buena conducta podemos utilizar tres tipos de recompensas:
- Recompensas duras: Son aquellas tangibles, como el dinero, la comida o un privilegio especial.
- Recompensas blandas: También llamadas recompensas sociales, consisten en elogios, una manifestación de entusiasmo o un alarde de orgullo paterno.
- Recompensas acumulativas: Es uno nuevo elemento en la colección de estrellas, sellos, cromos o vales concedidos por pequeños períodos de buena conducta que, a la larga, se podrán canjear por recompensas mayores. Existe un sistema por el cual al empezar un nuevo día escolar el niño recibe 10 puntos por el mero hecho de estar vivo y ahí. Cada vez que el niño se porta bien, el profesor le concede dos puntos y cada vez que se porta mal le quita uno. Por muy desastroso que sea el día, el niño siempre tiene motivación de poder salir airoso con una puntuación positiva. Esta técnica también podría usarla en casa.
Las recompensas duras y blandas dejan de surtir efecto a menos que sean específicas y se administren regularmente. Cuando se utilice la misma recompensa durante mucho tiempo, se recomienda ir modificando la pauta de administración, puesto que este elemento de impredecibilidad evita que decaiga el interés y que el niño se vuelva más exigente. Algunas conductas propias del TDAH responden mejor ante recompensas acumulativas del tipo vales, puntos o estrellas.
Motivar con privilegios
Conceder privilegios es una forma excelente de motivar a los niños de más edad. Un período de buena conducta puede recompensarse dejándole acostarse un poco más tarde, elegir la cena, encargar una pizza, invitar a un amigo a casa o librarse de alguna tarea doméstica que tiene que llevar a cabo.
Retirada de privilegios
En cuanto empezamos a anular privilegios, pasamos de la parte positiva de la disciplina, esto es, las recompensas, a la parte negativa de la misma, esto es, los castigos. Para que la retirada de un privilegio resulte eficaz, debe hacerse con algo que sea gratificante para el niño, como, por ejemplo, ver la tele.
Cuando utilice esta técnica, no imponga castigos demasiado duros ni los prolongue demasiado. Si el niño percibe el castigo como algo poco razonable, es posible que reaccione de forma desproporcionada y se porte todavía peor. Así mismo, para lograr buenos resultados, retire privilegios durante períodos de tiempo breves, no entre en discusiones y elija algo que le importe a su hijo.
El castigo
Cuando hablamos de castigos, lo primero a tener en cuenta es que debe tenerse mucho cuidado con dicho castigo, puesto que es fácil pasarse de la raya. Los castigos inesperados y desproporcionados confunden a los niños. Algunos pequeños malinterpretan la secuencia de acontecimientos y sólo ven el enfado del padre: “Mi padre se puso como un loco y me prohibió salir de casa durante una semana”.
A algunos padres les gusta remover las cosas, recordando constantemente a sus hijos lo que hicieron el día anterior. Esta incapacidad de perdonar es una buena receta para el divorcio con su hijo, por lo que si quieren mantener una buena relación con sus hijos tendrán que aprender a perdonar.
El peligro de las bofetadas
Tolerar cualquier tipo de castigo físico es políticamente incorrecto, sin embargo en la vida real se siguen dando y, en muchos casos, no como última alternativa. Con un niño difícil, con el que nada parece funcionar, las bofetadas, aparte de ser totalmente ineficaces, son peligrosas.
Los principales peligros de pegar a un niño son la intensificación del conflicto y el resentimiento que genera. El resentimiento y el odio NO son la mejor fórmula para tener una relación satisfactoria con su hijo, que en definitiva es lo se pretende conseguir.
Algunos padres dicen “así es cómo me educaron a mí y no me ha ido tan mal”. Aparte de que los tiempos cambian, habría que preguntarle a estas personas qué tipo de relación mantienen al día de hoy con sus padres y en muchos casos no nos sorprenderá saber que su relación es fría y distante, aunque a ellos, en definitiva, les haya ido bien (lo cual, al fin y al cabo, no es tan complicado).
En definitiva, es imposible acabar completamente con los castigos físicos, pero está claro que con los niños con TDAH no funcionan, intensifican los conflictos, deterioran las relaciones y pueden ser muy peligrosos.
Con todo, las pautas para utilizar un castigo podríamos resumirlas en:
- No abuse de los castigos.
- Avise con claridad antes de castigar.
- Piense antes de actuar.
- Utilice un tono de voz natural, pausado, tranquilo.
- Establezca un principio y un fin claros.
- No pierda el control.
- En cuanto se haya cumplido el castigo, deje que las aguas vuelvan a su cauce: Sepa olvidar.
La gota que colma el vaso
Los niños con TDAH están todo el día dando la lata a sus padres. Este tira y afloja va generando estrés de forma acumulativa hasta que una gota acaba colmando el vaso. Los buenos padres van avisando al niño y están pendientes de su comportamiento durante todo el día; otros, en cambio, no hacen nada hasta que ya no pueden más y, entonces, explotan. Muchos niños no logran entender a qué viene tanto jaleo ni por qué motivo su padre o su madre se ha salido de sus casillas. Recuerden que estos niños son especialistas en perderse la secuencia de acontecimientos.
Fíjese en el principio, no en el final
Como adultos que somos, se supone que debemos tener más sentido común que los niños, pero muchas veces no sabemos retroceder lo suficiente para entender el origen de las cosas.
Cuando tenga que analizar un comportamiento, fíjese siempre en el principio en lugar de en el final. Un perrito cariñoso nunca haría daño a su amo, pero si se le asusta o acorrala, podría llegar a morder. Él no tendría la culpa, sería quien se hubiera metido con él quien realmente merecería un castigo. Lo mismo ocurre con sus hijos, es posible que los profesores le informen de un desafortunado incidente en clase en el que su hijo ha desempeñado un papel violento. Es posible que su hijo tuviera la culpa, pero también puede que no. Preocúpese, pues, de saber cuál ha sido la secuencia de acontecimientos para conocer porqué su hijo reaccionó de esta manera y actuar en consecuencia.
Frases “yo”, frases “tú”
Es posible expresar las cosas de dos maneras diferentes, cada una de las cuales provocará reacciones distintas. Utilizando frases tipo “yo”, se transmite cómo se siente uno. Utilizando frases tipo “tú”, se transmiten críticas a otras personas. Cuando un niño con TDAH nos disgusta, es su conducta la que nos está disgustando, no él mismo. Puede parecer trivial, pero, siempre que sea posible, cambie normalmente el “tú” por el “yo”.
“Siempre le estás haciendo daño a tu hermana”, se convierte en “Me preocupa que haya tantas peleas”. “Nos has fastidiado la tarde a todos” se convierte en “Me sabe muy mal tener que volver a casa a una hora tan temprana”. Como ve, las consecuencias de la conducta no cambian, pero sí la manera en que transmitimos el mensaje.
Además, también sería conveniente cambiar en verbo SER por el verbo ESTAR. No es lo mismo “ser un vago”, que “estar haciendo el vago”; así como no es lo mismo “ser un loco” que “estar comportándose como un loco”. En el primer caso (SER) estamos etiquetando al niño, como si esa condición fuera inamovible e inherente a su persona. En el segundo caso (ESTAR) transmitimos que no es que seas así, es que te estás comportando (aquí y ahora) de esta manera. En este caso transmitimos sensación de que estás cometiendo un error, algo puntual que puede ser cambiado, puesto que “no eres así, pero te estás comportando así”. No pierda esto de vista, puesto que el mensaje es radicalmente diferente.
Cuando se porte bien, hágaselo saber
Hasta el peor de los niños es bueno el 95% del tiempo. La clave está en saber reconocer, reforzar y recompensar la buena conducta. Esto es lo que se llama atención positiva, trabajar en “pillar” a su hijo siendo bueno.
Y es que disciplinar no significa castigar, sino modificar el comportamiento incentivando la mejora. Cuando su hijo se porte bien, elógielo. La disciplina eficaz implica un delicado equilibrio entre la firmeza y la aprobación. Es imposible elogiar demasiado, pero es fácil ser demasiado negativo. Cuando dude entre ambas opciones, déjese envolver por las alas del afecto en lugar de coger la vara del castigo.
Para concluir este capítulo, voy a escribir algunas recomendaciones que Ian Wallace, el psicólogo australiano especializado en TDAH de más renombre, considera más importantes para mejorar el comportamiento de un niño con TDAH.
- Evite intensificar los conflictos. Evite discusiones y debates inacabables. Actúe rápidamente, no hable demasiado. Utilice un tono de voz firme y monótono, y frases cortas y simples. Evite utilizar un tono emocional, ser demasiado duro y la crítica.
- Establezca normas y una estructura consistente. Los niños con TDAH se portan mucho mejor cuando entienden las normas, saben dónde están los límites y cuáles serían las consecuencias de saltárselos. Enunciar una norma preestablecida permite evitar discusiones irracionales.
- Hágalo responsable de sus propias acciones. No se responsabilice de lo que haga su hijo con TDAH ni deje que culpe a otros. Haga que sea la conducta elegida por el niño la que determine el tipo de recompensa o de disciplina a aplicar.
- Tenga un plan de disciplina preestablecido. Los niños con TDAH se portan mejor cuando se encuentran con el mismo sistema de disciplina día tras día. Si se tiene un plan, es más fácil que el padre y la madre trabajen conjuntamente y más difícil que actúen impulsiva o irracionalmente.
- Utilice recompensas y castigos inmediatos. Utilice recompensas y castigos simples y que puedan aplicarse de forma inmediata. No ceda. El castigo diferido no da buenos resultados.
- Tenga en cuenta tanto lo positivo como lo negativo. Reconozca y hágase eco de los pequeños avances y mejoras. Ningún niño mejorará sólo con la crítica.
- Adopte un enfoque multimodal. La mayor parte del éxito se debe al uso combinado de varios tratamientos. Esta combinación incluye: Medicación, programas de modificación de conducta, fomentar la autoestima, clases de apoyo y la colaboración del colegio.
- Trabaje con lentitud y constancia. El cambio llegará, pero no espere que sea demasiado pronto.
- Fomente sus puntos fuertes, su creatividad y sus facultades. Estos niños tienen grandes facultades. Si les anima a desarrollarlas, le sorprenderán muy gratamente en el futuro.
Con todo, me gustaría acabar este documento haciendo una reflexión:
En boxeo el ganador es el que mejor utiliza la fuerza. En la educación de un niño, el ganador es el padre y la madre que conserva el amor de su hijo cuando éste cumple 18 años… No pierda esto de vista.
Referencias: