Fomentar la autonomía desde los primeros años de vida es la base del aprendizaje. Hace que los niños se muestren más seguros de sí mismos y de sus capacidades a la vez que aprenden a asumir riesgos y a valorar sus posibilidades de éxito. Por su parte, un niño dependiente requiere de ayuda continua y tiene poca iniciativa, suele presentar problemas de aprendizaje y de relación con los demás. Los niños y adolescentes con TDAH tienen una serie de dificultades que en ocasiones hace que sus familias les “ayuden” en todas sus tareas, para evitar que se despisten, que se dejen cosas sin hacer, que no hagan cosas bien, etc. Pero no debemos olvidar que esto es un error, es cierto que precisan supervisión para aprender a hacer las tareas, pero no por ello podemos quitarles la oportunidad de aprender de los errores
Ej. La madre de Juan le dice que haga su cama, este se despista, no le da tiempo y hace la cama rápido y mal hecha. La madre de Juan se enfada, le dice que otra vez igual y que no puede ser. Al día siguiente la madre de Juan hace su cama por él, día tras día…
¿Qué ocurre en este ejemplo? La madre de Juan, harta de que siempre haga su cama rápido y mal, le quita la oportunidad de aprender a hacerla correctamente. Esto es un error, puesto que con práctica y paciencia, Juan será capaz de hacer su cama muy bien, pero no le estamos dando la oportunidad.
La dificultad radica en ser conscientes de que tenemos que permitir que nuestros hijos se equivoquen a la vez que les dejamos hacer sus tareas. Las prisas son el mayor enemigo para fomentar la autonomía de los pequeños ya que, en numerosas ocasiones, no les damos tiempo para elegir o no les permitimos hacer sus tareas ya que cuando lo hacemos los adultos tardamos menos.
En este sentido, debemos tomar conciencia de la importancia que tiene que los niños y adolescentes con TDAH asuman sus responsabilidades y darnos tiempo para que lo hagan. Por ejemplo, si dejamos a nuestro hijo jugar antes de ir a las clases extraescolares, avísale con tiempo suficiente para que pueda recoger los juguetes antes de marcharos. De otro modo terminarás recogiéndolos tú y eso te hará sentir disgustada, tendrás que correr para llegar a las clases y el niño se acostumbrará a que tú lo hagas por él. Sin embargo, si 10 minutos antes de salir le indicas que ha llegado la hora de recoger tendréis tiempo para que quede todo en su sitio y para ir a las clases.
Cada niño es diferente
Recuerda que cada niño es distinto y aunque tengan la misma edad, incluso el mismo diagnóstico, su desarrollo es diferente, sus dificultades son diferentes y hay que respetar la evolución individual de cada niño. Si bien todos los niños pueden ser educados para ser independientes, en cada uno los resultados serán diferentes. Es importante conocer sus capacidades y comprobar el esfuerzo realizado, ofreciendo oportunidades para la experimentación, el acierto, el error y, por tanto, el aprendizaje.
Es muy importante tener en cuenta la personalidad y las capacidades del niño ya que para fomentar la autonomía realmente necesitan que las tareas asignadas sean adecuadas a su edad y las metas sean realistas. De otro modo, la frustración de apoderará del niño al no poder alcanzar sus objetivos. La responsabilidad no surge de manera espontánea sino que es fruto de la educación y de la experiencia. Fomentar la autonomía desde niños favorece el pleno desarrollo de la responsabilidad de los pequeños.
La constancia y el reconocimiento de los logros, así como la reflexión sobre los errores son las principales pautas para alcanzar resultados positivos. Además, no se trata de dejar a los niños solos y despreocuparnos, sino de permitirles retos que no entrañen riesgos, en los que podemos supervisarlos y, por supuesto, ofrecerles apoyo emocional en todo momento.
Decálogo para la autonomía
1.- Ofrécele opciones para elegir: Normalmente los niños tienen horarios milimétricamente establecidos, así que es importante encontrar tiempo en el que ellos puedan elegir. Para ello puedes darle opciones: que elijan el juego que desean, el parque al que prefieren ir y el peinado que quiere hacerse.
2.- Déjale actuar sólo: Las primeras veces que coma sólo se manchará, las primeras veces que use el cuchillo y el tenedor tardará o la primera vez que se vista se pondrá la camiseta del revés. Ten paciencia y déjale actuar sólo mientras te mantienes cerca por si te necesita. Sólo así podrá aprender.
3.- Dale su espacio físico y emocional: Deja que tu hijo te cuente sus experiencias cuando le apetezca, atosigarle con preguntas puede hacer que se sienta agobiado o que perciba invadida su privacidad. Aunque sí puedes dar pie a conversaciones que os lleven a charlar sobre cómo se siente o qué tal le ha ido el día. El niño o adolescente también debe tener un lugar en el que estar tranquilo y solo cuando le apetezca, puede ser su habitación, una cabaña o un rincón de lectura, de juego o de meditación.
4.- Déjale pensar: Cuando te haga preguntas puedes darle la respuesta automáticamente o animarle a pensar sus propias respuestas. A buen seguro serán un ejercicio de imaginación fantástica que os hará pasar un buen rato. Luego puedes explicarle cómo es realidad o utilizar la propuesta que os hacemos en el punto 5.
5.- Enséñale a buscar soluciones: “¿Quieres que lo busquemos en internet?” o “¿Te apetece que miremos en la biblioteca algún libro sobre ese tema?” Si contestas así a alguna de las preguntas de tu hijo, la respuesta será una aventura que además le mostrará que las respuestas estás, sólo tiene que aprender a encontrarlas, lo que despertará su curiosidad y su autonomía.
6.- No le desanimes: Los niños imaginan grandes aventuras y se proponen retos fabulosos a corto plazo. Cuando lo haga es interesante fomentar sus inquietudes y permitirle experimentar. Si finalmente el resultado no es el que él esperaba, es el momento de enseñarle a reflexionar, apoyarle y a platearse otras posibilidades para establecer nuevo objetivos o para alcanzar el mismo por otro camino.
7.- Establece los límites: Fomentar la autonomía no significa dejar que los niños lo hagan todo solos. Tendrás que establecer los límites y supervisarle en todo momento para que sea una experiencia realmente educativa.
8- Busca las rutinas: La forma más sencilla de aprendizaje para los niños es el juego y las rutinas. Por eso, si fomentamos su responsabilidad y autonomía es importante establecer rutinas como lavarse las manos antes de comer, recoger los juguetes después de jugar, hacer la cama antes de salir de casa, recoger la mesa o hacer los deberes al llegar del colegio. De este modo una actividad le llevará a la otra de modo natural.
9- Ofrécele explicaciones: Para empezar a realizar actividades de forma autónoma el niño tiene que saber cómo ha de hacerlas. Por eso hay que darle explicaciones y ofrecerle instrucciones sencillas y claras que le permitan poder seguirlas sin equivocarse. Puedes empezar guiándole o haciéndolas tú primero para que aprenda y pueda seguir sólo.
10- Si no quiere: Hay niños que se niegan a realizar nuevas actividades, sin embargo, la mayoría aceptan con aquello de “ya eres mayor para hacerlo solito”. Sin embargo, si aun así se niega, debes valorar si lo hace porque la actividad está fuera de su alcance o si es sencillamente porque no quiere. En el primer caso adapta el reto a su edad o elige otro distinto. En el segundo, ignora las quejas y déjale asumir las consecuencias de su conducta.
Una persona es autónoma cuando actúa con objetivos y criterios propios. Cuando es consciente de lo que hace y dice en todo momento. Uno de los objetivos de la educación es que nuestros hijos vayan adquiriendo todas las capacidades y habilidades para, en su camino hasta ser adultos, alcanzar su autonomía.
Que un niño sea autónomo no significa que pueda hacer lo que quiera: tiene que ser consciente de las consecuencias de sus actos. Y, por tanto, de aceptar los efectos de sus propias acciones, sin perder el ánimo y superando la frustración. Esto lleva tiempo, y necesita tenacidad, constancia y el apoyo de la familia.
La autonomía se basa en el sentido de la identidad y requiere un mínimo de confianza en uno mismo. Sólo si su propia imagen y su autoestima, forjada en relación a los demás, si sus pensamientos y sentimientos son estables y fuertes, el niño podrá llegar a ser una persona autónoma.
Referencias:
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