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La pareja en el TDAH adulto

LA NECESARIA Y DIFÍCIL COLABORACIÓN DE LA PAREJA EN EL CONOCIMIENTO Y TRATAMIENTO DEL ADULTO CON TDAH

Los adultos recién diagnosticados de TDAH comienzan el tratamiento, a menudo tomando medicación, y pronto la “niebla” de la distracción, la impulsividad y la inatención comienza a disiparse. Con la nueva claridad, muchos de estos adultos empiezan a reconsiderar sus decisiones: su empleo, su futuro profesional, sus amistades, sus hábitos de salud y, a veces, incluso su relación de pareja.

Muchos de estos adultos sienten, por primera vez en su vida, un fundado optimismo acerca de su capacidad de hacer cambios permanentes; al fin y al cabo, ahora ya tienen las respuestas correctas y las herramientas adecuadas. Sin embargo, conforme van descubriendo con entusiasmo sus nuevas capacidades y su confianza, es inevitable que el “equilibrio de poder” en su pareja empiece a cambiar.

A veces el cónyuge explota cuando llega el diagnóstico. Suele ocurrir cuando ha estado esforzándose durante mucho tiempo para “explicar lo inexplicable” y “manejar lo inmanejable” sobre las manifestaciones de un TDAH no reconocido.

Cuando al fin escucha que los problemas de comportamiento de su pareja, no sólo tenían un nombre, sino también una solución, reacciona como una olla psicológica a presión que se destapa. Vuelve la vista hacia todos los años de frustrantes sesiones de terapia, de adaptaciones inútiles, de que su pareja le acusara de “controlarle demasiado” o de otras muchas cosas. El resentimiento puede multiplicarse si además, de repente ha de ser el apoyo de su pareja con TDAH, sin ningún reconocimiento del daño que se le ha hecho y sin ninguna terapia para su propio trauma. Son situaciones muy comunes.

También es posible que los problemas de conducta de su pareja hubieran estado mucho tiempo ahí, sin detectar, incluso toda su vida; pero estaba demasiado “desconectado” para notarlos, bien de novios o ya casados. Con el tratamiento, en cambio, empezó a percibir esos problemas y la dinámica fue cambiando.

El diagnóstico de TDAH de una persona y su tratamiento puede “equilibrar el terreno de juego” de la relación. En otras palabras, permite a la pareja valorar con más claridad su compatibilidad. Por otra parte, sube el listón y obliga al otro cónyuge a dejar de “escurrir el bulto” sobre sus propios problemas de conducta, en vez de esconderlos tras los de su pareja.

Hay algunas personas que, durante mucho tiempo, no aprecian ningún progreso en casa. Suelen ser las que repiten una y otra vez los mismos problemas y hacen las mismas preguntas, las que nunca parecen interiorizar la información y tomar medidas. ¿No podrían tener TDAH, como su pareja? Esto mismo también aparece en padres de niños con TDAH, que parecen no darse cuenta de que ellos mismos podrían tener TDAH.

Algunas personas sí llegan a descubrirlo. Pero lo habitual es que esto ocurra meses, o hasta años, después de que el tratamiento de su pareja comience a estabilizarse. Cuando la polvareda por fin se va asentando – cuando ya no se ven constantemente envueltos en crisis y dramas relacionados con el TDAH de su cónyuge– pueden, ellas o sus terapeutas, ver con más claridad su propia contribución a los problemas de la relación. Finalmente, pueden empezar a separar los pobres mecanismos de supervivencia que han creado, como reacción ante los síntomas del TDAH no reconocido de su cónyuge, de los problemas que ellas mismas han tenido durante toda su vida.

El TDAH es un trastorno con características muy variables, y una persona es algo más que sus síntomas. En resumen, no podemos hacer ninguna afirmación general sobre los adultos con TDAH. Entonces, ¿cómo vamos a poder hacerla sobre sus parejas, antiguas o actuales?

No podemos evaluar las características psicológicas del cónyuge sin considerar también el resultado de convivir con alguien no diagnosticado o no tratado de sus síntomas de TDAH, a veces durante décadas y a veces criando al mismo tiempo a hijos con TDAH. Por supuesto, podemos hacer comentarios sobre cómo los cónyuges parecen estar ahora , tras meses o décadas metidos en estas estresantes relaciones .

Es comprensible que se desanimen o hasta se enfaden cuando su pareja en lugar de compartir su optimismo, trate de aguarles la fiesta y desmoralizarles, restregándoles constantemente sus antiguos desmanes. Es fácil de entender que les moleste que su pareja se pase el día como un piloto automático, recordándoles sus obligaciones, dándoles instrucciones y enmendándoles. Debe ser a veces deprimente, o al menos difícil de soportar esta actitud. No hay duda. El cambio puede resultar aterrador, especialmente si la pareja no está trabajando unida para conocer del TDAH y colaborar en las nuevas estrategias. La “negación” del TDAH puede suponer un problema en ambos cónyuges. En otras palabras, es posible que el cónyuge no quiera admitir que vaya a cambiar sus viejas costumbres. Puede que, además, no vea sus propios pecadillos o incluso sus trastornos.

Para ser justos, puede que tenga también sus buenos motivos para reaccionar así, motivos que a su pareja con TDAH quizá se le escapen; en parte porque le disgusta hablar de los fracasos del pasado y trata de mirar hacia el futuro con actitud positiva. Pero su pareja está más preocupada por los antecedentes.

Arrastrado por el entusiasmo de sus nuevas posibilidades y viendo el pasado por un retrovisor muy deformado, puede no tener un recuerdo claro de los antiguos patrones, y mucho menos de su importancia actual. Algunas personas con TDAH pueden contar historias maravillosas durante la estimulante hora de la terapia (no es que mientan, pero puede que sean poco objetivos y que su déficit de atención no les permita tener una visión completa sino parcial), por lo tanto, el terapeuta sólo puede hacer conjeturas sobre cuál está siendo su evolución real . De ahí la necesaria recomendación de que las parejas trabajen en equipo en el conocimiento y tratamiento del TDAH.

Por su parte, la pareja aprendió hace mucho a protegerse de los inevitables jarros de agua fría que le caen y además ha jurado no volver a celebrar antes de tiempo sus cambios positivos: es demasiado deprimente cuando de repente terminan, sin explicación y sin que siquiera lo reconozca.

Lo que ocurre a la persona con TDAH es que no une correctamente sus acciones y las reacciones de su pareja; piensa que estas surgen de la nada, sin ninguna razón. Por supuesto ella piensa que sus reacciones están totalmente justificadas. Pero ¿puede estar segura? No. Además, algo tendrá que ver ella en seguir “montada en la montaña rusa” de malentendidos, conflictos, acuerdos tirados a la basura y demás. Así que tras un diagnóstico profesional se sufre un cierto desbarajuste por lo difícil que resulta entender y limar asperezas en la dinámica de la pareja, entre sus respectivas neuronas, y sus diferentes combinaciones. Después de un tiempo, en la mayoría de los casos bastante largo, la pareja de la persona con TDAH debería llegar a la conclusión de que no es perfecta ( por supuesto) , pero es una persona menos confusa, ansiosa, deprimida y susceptible que cuando la “montaña rusa” del TDAH iba a toda velocidad y no sabían por qué. Una vez el TDAH se diagnostica y se trata de forma cooperativa, el resto de desafíos es más fácil de afrontar y resolver.


Carmelo Pérez García
Psicólogo de Ampachico

( Basado en un artículo de Gina Pera)

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