El TDA-H sea posiblemente uno de los trastornos más controvertidos, sencillamente porque es invisible. Sin más. Nuestros antepasados ya sabían esto y dijeron: “Ojos que no ven, corazón que no siente”. Debido a esto, por más que una familia lea, por más que le enseñe un terapeuta o por más que sepan cuáles son las características cerebrales de su hijo/a… Es muy habitual que se acaben olvidando de ciertos aspectos que son cardinales en la educación de un/a niño/a que padece TDA-H.
Por eso es tan importante recalcular las expectativas que podemos tener con este trastorno, porque de lo contrario, trataremos al/la afectado/a de manera atropellada e inadecuada, olvidándonos de que a veces no sabe o no puede hacer ciertas cosas como otra persona que no padece el trastorno (como no se ve, esto se nos olvida).
Veamos, en mis charlas sobre el TDA-H siempre insisto muchísimo en QUÉ PUEDO ESPERAR DE MI HIJO/A. ¿Por qué? Porque es fundamental que los padres/tutores /profesorado /educadores de un niño/a con TDA-H entiendan muy bien hasta dónde pueden llegar.
Como digo, el TDA-H es un trastorno invisible, por eso muchas veces se nos olvida que está ahí y caemos en el error de pensar que MÁS EXIGENCIA ES IGUAL A MEJOR RENDIMIENTO. Este debate no surge con otros problemas que sí son visibles. Por ejemplo:
Todo esto lo tenemos claro porque son problemas visibles. No hay duda de que un/a niño/a que padece algunas de las cosas que he comentado hay que tratarle de “manera adecuada”. O, por lo menos, hay que tener otras expectativas acerca de su ejecución en tal ámbito o en tal área, ¿verdad?
Bien, ¿cuál es la lacra del TDA-H en este sentido? Pues que es un TRASTORNO DE CORTE NEUROBIOLÓGICO. Es decir, que no es físico, es NEURO (que afecta al funcionamiento de las neuronas) y BIOLÓGICO (que tiene una fuerte base hereditaria y además es crónico). Esto hace que el TDA-H SEA INVISIBLE. Al menos para la mayoría de personas… Pero, no nos llevemos a equívoco, esta falta de expectativas acerca de una persona que padece TDA-H puede afectar no sólo a quiénes no tienen ni idea del trastorno, sino también a aquellos que lo conocen hasta la saciedad.
Sabemos que lo que peor funciona dentro del TDA-H son las FUNCIONES EJECUTIVAS, ubicadas en el LÓBULO PREFRONTAL del cerebro. Para que nos entendamos, es el lóbulo que nos hace humanos. En él está el director de la orquesta cerebral. Si este lóbulo no funciona bien (como es el caso en el TDA-H) muchas otras funciones se verán alteradas. Fijaos en el siguiente cuadro, extraído de Barkley.
Como se puede apreciar en la tabla, las carencias del TDA-H son carencias “del mundo interno”, para que nos entendamos. No es que no puedan correr, hablar, ver, oír… Sus carencias están en la memoria a corto plazo, en la capacidad de atención, en el entendimiento de instrucciones escritas y habladas, en la interpretación de las emociones, en la gestión del tiempo…
Son habilidades que usamos a diario y para todo, por eso no debemos medir el rendimiento en cualquier ámbito de un niño o una niña con TDA-H, con el mismo rasero que medimos al resto de niños/as. Pongo especial atención en el ámbito académico, ya que es el que más preocupa a todas las familias.
En mi opinión, el sistema educativo está encasillado. Seguimos un modelo en el que no se tienen en cuenta las diferencias intelectuales, sino que se hacen paquetes de conocimientos donde el/la que llega, llega, y el/la que no… “Se siente”.
Para ser justos, debo decir que en mi experiencia profesional veo como esto empieza a cambiar con las adaptaciones curriculares, los acompañamientos psicopedagógicos, las clases de educación especial, las clases de refuerzo… Por suerte, la pedagogía en España está empezando a comprender que no todos/as somos iguales, y que las diferencias hay que saberlas mirar y tratar.
Sin embargo, y con todas las adaptaciones y cambios que estamos experimentando, en el caso del TDA-H es MUY IMPORTANTE APRENDER A NO EXIGIRLES A NUESTROS/AS CHICOS Y CHICAS LA EXCELENCIA EN LAS NOTAS. En el fondo, ¿qué nos importa que tengan un 10 o un 7, 6, 5…? Ellos y ellas no siempre pueden llegar a las notas de excelencia y si les machacamos con… “Tú puedes hacerlo mejor”, “Estoy seguro de que con más esfuerzo llegarías”, “No has sacado más nota porque no has querido”, etc… Entonces podemos mermar su autoestima, porque aunque parezca poco creíble, los niños/as son felices cumpliendo las expectativas de sus padres, pero no siempre pueden llegar a hacerlo. Así es que cuando ven que una vez y otra no llegan a cumplir dichas expectativas (cosa que sí hace el resto), ¿qué pasará con su autoestima? ¿Con qué visión de sí mismos/as crecerán?
Hay que reflexionar mucho sobre esto, sin perder de vista que no se trata de exigirles poco esfuerzo, sino de adecuar nuestras expectativas sobre dónde pueden y dónde no pueden llegar. Por supuesto, hay que exigir esfuerzo y constancia, pero siempre dentro de los límites a los que nuestros/as chicos/as pueden llegar.
No es bueno, por ejemplo, que un niño/a (tenga TDA-H o no) esté toda la tarde dedicando su tiempo a actividades académicas; no es bueno que pretendamos que sepan la lección al dedillo; no es bueno que cuando traigan un 5 a casa lo primero que les digamos sea… “Vaya, has aprobado, pero por los pelos, para la próxima tienes que esforzarte más, ¿vale?”.
Al contrario, si sabemos que detrás de ese 5 hay un esfuerzo por parte del/la niño/a, entonces lo correcto es decirles “¡Guau! Has aprobado, ¡qué campeón/a! ¡Estoy súper orgulloso/a de ti! ¡Así se hace!”. ¿Por qué? Porque detrás de ese suficiente hay un TRASTORNO INVISIBLE… No se nos puede olvidar.
Bien, termino con una reflexión “de cabecera” que no se puede perder de vista NUNCA.
NO ES QUE EL/LA NIÑO/A SIEMPRE PUEDE PERO NO QUIERE…
SINO QUE USUALMENTE QUIERE PERO NO SIEMPRE PUEDE.
Si no se nos olvida esto, estaremos en el buen camino.